CARLOS AYATS / VALENCIA
Ya se puede decir en voz alta: el Levante UD, contrariamente a la gran mayoría de entidades que se acogieron en su día al concurso de acreedores, ha obrado el milagro. Aunque aún queda tiempo para que el juez dicte oficialmente el auto que acuerde la conclusión del concurso, la realidad es que, virtualmente, éste ya es historia. El Levante UD es un club potente, estable y económicamente saneado.
Lejos queda en el tiempo aquel 10 de julio de 2008 en que el Juzgado de lo Mercantil número 2 de Valencia declaró el inicio de un concurso necesario de acreedores en el Levante UD (solicitado por alrededor de unos 80 de ellos, entre los cuales se encontraban varios jugadores de la primera plantilla), al borde de la quiebra tras la indecente gestión de Pedro Villarroel Guzmán, que dejó al decano valenciano a un paso de la desaparición.
El 7 de abril de 2009, el juez Fernando Presencia suspendía al Consejo de Administración de sus funciones y dejaba el control del Levante UD en manos de tres administradores concursales –Celestino Aparicio, Vicente Andreu y Mariano Durán-.
El convenio de acreedores: 61,4 millones de euros de deuda tras la quita legal
Tres meses y medio después, el 28 de julio de 2009, la Junta de Acreedores aceptaba un convenio de acreedores que paralizaba los embargos y daba a la entidad 2 años de carencia en el inicio del pago de la deuda, que debía abonarse inicialmente en los 5 años posteriores, e incluía una quita del 50% sobre una parte la misma.
La deuda total quedó cifrada en 88.752.412 euros, que estaba dividida en 4 apartados:
-Acreedores con privilegio especial: 14.620.053 €. Los bancos. La Caixa, a la que se debían 6.282.897 euros, y Cajamar, con 8.337.156 euros por percibir.
-Acreedores con privilegio general: 19.424.607 €. Principalmente, la Agencia Tributaria (16.230.923 euros), más Seguridad Social, el FOGASA y el Ayuntamiento de Valencia.
-Acreedores ordinarios: 40.194.626 €. Futbolistas, prestadores de servicios varios, etc.
-Acreedores subordinados: 14.513.000 €. Entre los que se incluía una deuda reconocida al propio Villarroel de 3.760.606 euros.
Sobre esa deuda, la quita se aplicó a los dos últimos bloques, por lo que tanto los acreedores ordinarios como los subordinados vieron volar, legalmente, la mitad de lo que se les debía, quedando la cifra ordinaria por abonar en 20.097.313 euros, y la subordinada, en 7.256.500.
Por contra, los acreedores privilegiados mantuvieron el 100% de la deuda pendiente, en ambos casos sustentada además sobre una hipoteca del estadio Ciutat de València.
Así las cosas, la deuda final que el Levante UD debía afrontar, tras la quita, quedó finalmente establecida en 61.398.599 de euros.
La situación actual
9 años después de la firma del convenio de acreedores, el Levante se encuentra ya con una deuda inferior a los 20 millones de euros, y con activos, obviamente, con un valor económicamente superior a dicha cantidad, como son la Ciudad Deportiva de Buñol (libre de cargas), el Ciutat de València (aún, eso sí, hipotecado, pero sobre préstamos controlados) y la propia plantilla (solo Lerma, ahora mismo, ya tiene un valor superior al total de la deuda pendiente).
Con el crédito ordinario completamente abonado desde 2015, el Levante inició en la temporada 2015/16 el pago a los acreedores subordinados, que concluirá el próximo 30 de junio con el abono de 4’34 millones de euros al Ayuntamiento de Valencia, la Agencia Tributaria y Pedro Villarroel.
Tras ello, al inicio de la temporada 2018/19, al Levante apenas le restará una deuda totalmente controlada de poco más de 16 millones de euros. De ellos, apenas 2 a corto plazo (2021) y 14 a largo, tras los sucesivos acuerdos con La Caixa y Cajamar que han extendido el pago de la deuda en cómodos plazos hasta 2034.
¿15 millones para fichajes?
Así las cosas, y teniendo en cuenta que la intención del Consejo es financiar bancariamente a través de créditos la inversión en la futura Ciudad Deportiva de Nazaret, que el club ingresará un mínimo de 43 millones de euros por derechos de televisión y que ya no existe la obligación de amortizar los 6 millones de euros de media que el club ha debido abonar en virtud del convenio de acreedores durante los 6 últimos años, es evidente que nos encontramos ante un nuevo escenario: el Levante tiene dinero.
Ahora, es momento de decidir. Esta temporada que ahora finaliza, el Levante UD ha logrado la permanencia con la media de salarios más baja de los 20 equipos de Primera División -556.000 euros anuales por jugador, según los datos del prestigioso informe internacional elaborado por Sporting Intelligence, (le precede, en 19º lugar, el Leganés, con 592.000 euros por jugador de media), el gasto global en la plantilla rondaba los 26 millones de euros (permitiendo, el fair-play financiero, alcanzar los 32) y el club se ha gastado en traspasos, entre verano e invierno (Boateng, Doukouré, Bardhi, Sadiku e Ivi), cerca de 9 millones de euros.
De cara al año que viene, el club ya ha mejorado los contratos de Morales y Lerma y ha decidido abonar 2 millones de euros por Cabaco. A ello, cabe añadir que pagará entre 1 y 1’5 si la negociación se mantiene en unos márgenes lógicos por Coke y podría intentar una operación similar por Róber Pier.
Rochina y Lukic
Desconociendo (existe un secretismo importante al respecto) la situación de la posible continuidad de Rochina, lo que está claro es que el Levante dispone de capacidad económica para cerrar operaciones por un importe superior a su récord histórico, los 3’2 millones de euros abonados en su día por Mauricio Cuero.
Por ello, la continuidad del de Sagunto parece viable, e incluso una apuesta fuerte por Lukic no es en absoluto descabellada. Si el Consejo presidido por Quico Catalán decide abrir la mano, el Levante puede dar este verano el salto de calidad soñado, bien a través de la continuidad de los principales espadas del club, bien a través de incorporaciones potentes, o incluso a través de una fórmula mixta.
Sea como fuere, está claro que el decano valenciano se encuentra en un momento dulce de su historia, y el paso adelante está ante nuestros ojos. Enterrado el yunque de la adversidad, ¿habrá llegado la hora de hacer lo propio con la grandeza de ser pequeño?. En definitiva, ¿estamos ante el inicio de una nueva era?